Hace unos días decidí renovar mi cabello como un acto simbólico de renovación personal, un cambio sutil que representara mi deseo de sentirme diferente. No era un cambio drástico, solo un corte leve en las puntas para darle movimiento, pero manteniendo el largo que he llevado por años. Desde hace mucho tiempo acudo a la misma peluquera, siempre pidiendo el mismo corte: recto, largo, sencillo. Después de cinco años sin tocar mi cabello, pensé que este pequeño cambio sería refrescante.
Llevé una foto de referencia y le pregunté a la señora si sabía hacer ese tipo de corte, muy básico, nada complicado. Ella respondió con seguridad que sí, así que nos pusimos manos a la obra. Lavó mi cabello, me senté en la silla y procedió al corte. Todo parecía ir bien, hasta que dio el primer tijeretazo: un verdadero machetazo en mi cabello. Sorprendida, le pregunté si esa era la técnica que usaría, y me aseguró que sabía lo que estaba haciendo. Confíe en su experiencia.
Cuando terminó, me moldeó el cabello con el secador, y al mirarme al espejo parecía estar bien. Me sentí satisfecha en ese momento y salí del salón con tranquilidad. Sin embargo, con el paso de las horas, al desvanecerse el peinado, empezó a revelarse la verdadera situación: mi cabello estaba destrozado. Había cortes disparejos, por detrás y por delante, que parecían hechos al azar, con “machetazos” evidentes y sin ninguna armonía.
Esa noche me sentí devastada. Lloré muchísimo al darme cuenta de lo mal que estaba mi cabello. Al día siguiente, decidí buscar ayuda. Pedí recomendaciones y una de ustedes me pasó el contacto de un buen peluquero. Fui con esperanzas de solucionar el desastre.
Cuando llegué, el peluquero, una persona muy amable y comprensiva, analizó el daño y me explicó que dentro de lo que la señora había hecho, podía salvarse algo. Me senté frente al espejo y mientras él intentaba arreglar mi cabello, no podía evitar llorar. Me sentía profundamente afectada, especialmente porque para corregir el corte, él tuvo que quitar un poco más de largo del que yo estaba dispuesta a perder.
Tenía dos cortes en uno: adelante un escalonado improvisado y atrás una línea dispareja y desigual. Él hizo todo lo posible por equilibrarlo, pero aún así, no me sentía yo misma. Regresé a casa el viernes, todavía muy triste. Pasaron los días y no podía dejar de pensar en lo ocurrido; sábado y domingo me encontré llorando cada vez que me veía al espejo.
Finalmente, llegó el lunes y tuve una sesión con mi terapeuta. Le conté lo que me había pasado y cómo este evento, que para otros podría parecer insignificante, me había afectado profundamente.
Le conté a mi terapeuta que la señora no siguió el diseño de la foto que llevé como referencia; simplemente hizo lo que quiso. Cortó mucho más de lo que pedí y yo estaba en shock. No podía entender cómo algo tan aparentemente trivial como un corte de cabello podía impactar tanto mi autoestima, mi confianza, mi mente. Me sentía completamente desmoronada, profundamente triste.
Mientras hablábamos, le expresé algo que me rondaba la cabeza desde aquel día: como profesionales, tenemos la responsabilidad de ser honestos sobre nuestras capacidades. Yo, en mi trabajo como tarotista y limpiadora de energías, siempre soy sincera. Si sé hacer una lectura, lo digo; si no, también lo digo. Es un principio fundamental para mí, porque sé que está en mis manos cómo se siente la otra persona. Mi vocación implica cuidar la experiencia del otro, darle lo mejor de mí, porque mi labor es importante para ellos.
Llevé esa misma expectativa a la peluquera. Por eso llevé la foto, por eso le pregunté si sabía hacer el corte. Ella aseguró que sí, pero me demostró que no. No solo no pudo replicar el diseño, sino que dañó mi cabello y, con ello, una parte de mi confianza.
En medio de la sesión, mi terapeuta me preguntó: “¿Qué significa para ti tu cabello?” Esa pregunta me llevó a reflexionar profundamente. Le expliqué que mi cabello no es solo un aspecto físico, sino una extensión de mi identidad. Es algo que me representa y que cuido con dedicación. Y entonces, me lanzó otra pregunta: “¿Hay algún recuerdo o historia importante ligada a tu cabello?”
De pronto, algo se iluminó en mi memoria. Le conté sobre un momento que ocurrió cuando tenía nueve años. Durante unas vacaciones con mi papá, él me propuso algo que en ese entonces me pareció emocionante: “¿Te gustaría cortarte el cabello? ¿Ir a la peluquería?”
Nunca me había cortado el cabello antes, y la idea me entusiasmó. Recuerdo haber dicho: “Sí, papá, me encantaría.” Fuimos a la peluquería, y mientras hojeaba una revista infantil, elegí un corte que me pareció perfecto. La peluquera hizo el corte tal como lo quería, y me sentí feliz, radiante, como si hubiera dado un paso importante. Cuando llegamos a casa, le pedí a mi papá que me sacara una foto con mi nuevo look, y esa imagen quedó guardada en mi corazón como un recuerdo hermoso.
Esta foto, y ese momento, contrastan tanto con lo que me ocurrió ahora. Entonces, me sentí cuidada, entendida. La peluquera de mi infancia respetó lo que quería y lo hizo realidad. Hoy, me doy cuenta de cuánto esperé esa misma conexión y compromiso por parte de alguien que terminó defraudándome.
Nosotros, como niños, tenemos una lealtad inconsciente hacia nuestros padres, aunque no siempre comprendamos las razones detrás de sus decisiones. Así, cuando tenía nueve años y mi papá me llevó a cortarme el cabello, yo no sabía cuál era su motivación real. Simplemente me sentí feliz por la idea. Escogí mi diseño, lo vi realizado, y me sentí orgullosa. Sin embargo, dos semanas después, me enteré de la verdad: la peluquera era su amante.
Ese descubrimiento marcó un punto de quiebre. No solo porque comprendí el trasfondo de ese acto, sino porque coincidió con mi regreso a vivir con mi mamá. Apenas llegué a casa, mi mamá no contuvo sus palabras: “Te ves horrible, pareces una vieja culiá. Te cagaron el pelo. Eres una estúpida por haberte hecho ese corte. Fue una pésima decisión, y ahora vas a tener que esperar años para que te vuelva a crecer el cabello.”
Esas palabras me destrozaron. Tenía solo nueve años, y todo el orgullo, la alegría y la seguridad que había sentido al elegir mi corte desaparecieron en segundos. Mi mamá desmoronó mi identidad y mi autoestima con su crítica. No importaba que yo estuviera feliz con mi decisión, porque lo que ella dijo tuvo el poder de hacerme sentir lo opuesto.
Este proceso también me hizo reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos en nuestras vocaciones y oficios. No hay nada más valioso que la sinceridad. Si no sabemos hacer algo, debemos tener la humildad de decirlo. Porque cuando alguien confía en nosotros, nos entrega algo muy valioso: su vulnerabilidad. Si una persona llega a mí para una limpieza energética o una lectura de tarot y me doy cuenta de que no puedo ayudarla, prefiero decirlo y derivarla con alguien que sí pueda. Sé lo importante que es ofrecer una guía adecuada, porque esa persona está confiando en mí para sanar o resolver algo que necesita.
¿Te ha pasado que en algún episodio de adulta encuentras respuestas a traumas de tu infancia que hoy te toca resolver?
Te mando un abrazo de alma a alma y me encantaría poder leerte.
Más abajo deja tu comentario si quieres, me encantará leerte
Ame la felicidad de tu corte de niñez y terminé llorando con tu relato de tu nuevo Corte Qué Ame ❤️????y a la tu pregunta Si me a pasado en varias ocasiones
la felicidad de mi niña a los 9, la volvía sentir y continuo con esa alegría cada mañana que me veo al espejo y me siento plena con mi elección del corte de pelo.
ha sido una sabia decisión y trajo una gran revelación para mi ser interior.
GRACIAS MARCE POR ESTAR AQUI COMPARTIENDO CONMIGO MIS PALABRAS, EMOCIONARNOS Y ACOMPAÑARNOS.
ABRAZOS A TU ALMA
Que rico tu corte! Se ve fresco, te ves preciosa y radiante lo amo ❤️
Respecto a la pregunta constantemente me topo con situaciones, pero las analizo al tiempo después y me cae la ficha y termino diciendo: “aaaah por eso era entonces!”
yeiiii!
también me siento fresca y renovada, kilos me saqué! jejejeje
Lo importante es estar más atentas a las situaciones, para comprender el para que nos pasa y lo vivimos, así resolverlo y crecer.
te dejo muchas cariños y mil gracias por leerme y compartirte aquí en el blog
amo!
muchas gracias Ro por compartir tu historia, que potente son las palabras.
te vez hermosa y me alegro mucho que puedas defender a tu pequeña niña ya siendo una adulta.
yo también lo estoy aprendiendo a veces con miedo por lo hago y es un trabajo súper difícil, pero ahora es el momento.
te abrazo enormemente.
hola Lore!
Trabajar en nosotras para hacernos valer, es parte no es fácil, sin embargo, si lo hacemos sostenidas y acompañadas es más cálido,
disfruto leerte y saber que es tu momento, el ahora! la verdad que siempre es buen momento para escucharnos, atendernos y seguir creciendo.
Así tenemos mejores relaciones con nuestro entorno y para con nosotras mismas.
te abrazo super fuerte también y gracias por estar aquí.
Wow Rocio que tremendo lo vivido, te envío un abrazo y estás preciosa con tu nuevo corte ❤️
Hola Teresa, gusto en saludarte.
Lo veo como una maravillosa oportunidad a estar liviana más que tremendo, cuando somos niños no comprendemos los actos de los adultos, más que solo ser niños.
Y hoy como adulta puedo resolver buscar y sentirme bien con mis propias herramientas que mis padres no tuvieron.
Por eso quise compartir mi relato, para que otras mujeres vean que todo trae una hermosa resolución y sanación alma.
Gracias por ver que me quedó precioso el corte, me siento fabulosa de liviana.
Cariños Tere
Hay Abrazo del Alma
Me encanta la colección con la historia y el único compromiso protegernos de todo los seres maestra hermosa gracias gracias te abras o mucho todo esta relacionado y el universo habla <3